Don Ángel, «Angelito«, que va a inaugurar este larga lista de personajes que entraron de alguna forma en mi vida, que la llenaron de enseñanzas, frases, y a fin de cuentas buenos momentos y, sin duda, recuerdos imborrables.
Alrededor de él, mi abuela Rosario, mi madre interactuando con su madre (en otros vídeos), ya todo son recuerdos, pero Angelito en el fondo representa esa parte de mi vida en La Rosa, El Paso, en La Palma, con aún no sobrepasados los 10 años, con visitas frecuentes en «El Abrigado» a aquella pequeña tiendita, que estaba frente a casa, y que tan bien llevaba Angelito.
Eran épocas en las que muchos días nos ponían a dormir a eso de las nueve de la noche, y no te levantabas como tal hasta las 11 ó 12 de la mañana, aunque al lado tuyo El Abrigado estuviera en «plena ebullición», y el día más que comenzado. Eso sí, por la noche cuando te metías en la cama tenías que ir calentando algo la cama, pues estaba mojada de lo fría que estaba. El Paso, ya se sabe. En ese momento una tía mía, ya de nombre innombrable, me despedía allí, y en vez de «leerme un libro», como harían al menos en las películas americanas de la tele, me persignaba diciendo: «Con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Virgen María y el Espíritu Santo«, y otras veces con un «Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me acompañan«. Eran otros tiempos.
En mi casa Angelito era todo un personaje, una persona MUY RESPETADA Y APRECIADA, a la que se le iba a comprar a su tienda con cariño, y con confianza. Recuerdo muchas veces ir a buscar el pan, un kilo de azúcar ó de harina, lo que fuera en el momento. Siempre al introducirme los panes en la «talega» D. Ángel intentaba «confundirme» para ver si yo estaba atento, ó cuando le contaba que había desayunado, ó almorzado, me preguntaba lo que había comido, para luego decirme: ¡y luego al final un vaso de agua, para «bajarlo» todo! Con los años te das cuenta de ¡cuanta razón tenía D. Ángel cuando decía eso!
Tenía aquellas dos viejas «pesas» en las que pesaba todo. Solía primero poner la bolsita, en la que metía el azúcar, la sal, lo que fuera … para luego ir rellenando hasta el peso solicitado. Hasta en eso quería «engañarme» D. Ángel. Lo más pequeño lo pesaba en la que tenía en el mostrador, lo más pesado en la más grande, en la habitación continua.
Incluso más de una vez recuerdo que alguno de nosotros se pesaba allí, ó incluso hasta mi tío Andreo se pesó allí, con sus más menos 100 Kg, que en aquel momento impresionaban.
Recuerdo ir muchas veces a su casa, a casa de D. Ángel, a ver los partidos de fútbol. Recuerdo algún Alemania-Holanda, y partidos importantes para la época, y también, por qué no, algunas películas. En aquellas épocas ver tan solo dos actores besándose estaba reservado para «mayores de 18 años». Recuerdo que D. Ángel nos solía espetar muchas veces su famoso frase: «Los que no tengan pelos en las piernas que se tapen los ojos». Ahora hasta los de 6-7 años ven porno por algún sitio.
Eso sí, ahora lo tienen más difícil para coincidir con alguien tan fumador. Don Ángel solía encender un cigarrillo con la punta del anterior. Como mucha gente de la época, era un fumador empedernido. Te comías todo el humo suyo, pero por supuesto que no lo hacía queriendo. Era la época.
Recuerdo también, que cuando me saqué el carnet de conducir el vivía aún, y como enseñanza suprema, por supuesto me recomendó que no corriera, que no iba a llegar antes a ningún sitio, y me espetó un: «Mira que yo he intentado que el coche vuele pero no vuela». No se me ha olvidado nunca. Mención especial a ese «4 latas» (que podemos ver más abajo), en el que alguna vez lo acompañé, y en el que alcanzamos velocidades extremas de 10-20 Km/h. La gente antes cuidada los coches además, pues sabían que duraban …
Hasta mis primeros contactos con una persona discapacitada fueron con él. Recuerdo llegar por la tienda, y bien con su señora (Mela) allí acompañado, ó solo responsable de ella, solía a veces estar acompañado de su hija, la única que tuvo, que tenía algo así como «gigantismo», y por supuesto no hablaba nada, y para un niño de pocos años, como era yo, ciertamente daba miedo. Él me solía decir algo así como: «tranquilo que ella no te hace nada», aunque a veces me cogía con fuerza, y él tenía que mediar en la interacción.
Luego de un tiempo le llegó la «competencia», con la tienda de Gilberto (gran persona también, por cierto), un poco más arriba, pero él acabó cerrando a saber por qué; supongo que por edad. Ya cuando eso creo recordar que la hija había fallecido, y unos años más tarde también se fue la mujer, Mela. Pero el recuerdo de él permanece imperturbable en mi memoria. Hay personas que marcan, y sin duda D. Ángel fue una de ellas.
Les dejo con un pequeño recorte de un vídeo, algo más grande, que grabé en su momento en formato Súper 8, con mi madre a la derecha, y Mela al fondo. ¡Siempre fui adelantado a mi época, en tema de tecnología, jeje!